Marzo

- Si lo piensas no es tan grave.
- No es tan grave porque no te ha pasado a ti.
- No es tan grave porque no lo es.

Dani apura el cigarrillo y lo apaga contra el césped antes de tumbarse con una mano haciendo de almohada y la otra de visera para protegerse del sol. El ruido va creciendo conforme llega gente y se coloca con sus pancartas.

- Voy a por una lata de algo, ¿quieres?
- No. Me quedo aquí. Pronto vendrán y tendremos que levantar el campamento. Además, las latas atraen a las avispas.

Un chico me enseña sus manos. No exactamente a mí sino a una chica que está justo detrás de mí. Poco a poco se van pasando la pintura de grupo en grupo mientras les voy esquivando para llegar al bar de la facultad. Antes de entrar, un hombre me para:

- Perdona, ¿sabes dónde está la Facultad de Derecho?
- Sí, al otro lado, donde se ve a toda esa gente
- No parecen muchos
- Serán muchos, no se preocupe
- Eso espero. Sería bonito.

Cuando vuelvo, bocata de tortilla y lata de coca cola en mano, Dani ya no está solo sino con Patricia.

- Me he enterado- dice Patricia- lo siento, de verdad.
- No es tan grave- insiste Dani.
- Es verdad, no es tan grave, podría ser peor. Además va a venir hoy.
- ¿Aquí?- dice Patricia.
- Sí, aquí, esta tarde.
- Qué curioso. No la he visto en estos dos años y la voy a ver por fin justo ahora. Después de todo lo que he oído es como si la conociera de toda la vida.
- Yo la conocía de toda la vida y mira.
-Ya está bien, ¿no?- dice Dani.

El césped empieza a estar lleno y los chicos de las asociaciones preparan los primeros cánticos. Hasta las seis no está previsto que empiece nada porque estamos esperando a la familia y a los políticos. Más o menos a esa hora vendrá Tati, supongo. Reconozco que estoy nervioso, pero no quiero hacer un drama de todo esto. Mentira. Quiero hacer un drama de todo esto pero estoy seguro de que Dani no me dejaría. Las facultades cierran y como en un signo de solidaridad las nubes se amontonan encima de Cantoblanco.

- No sé si irme- dice Patricia- Al fin y al cabo tampoco tenía mucha relación con ese profesor.
- Quédate, puede que merezca la pena- dice Dani.
- No lo hago porque "merezca la pena". Sólo quería participar y me parecía un buen momento, pero ahora pienso que ya somos suficientes y que al fin y al cabo ni se nota si estoy yo o no, y que puede que al final las cosas se compliquen y aparezcan los de siempre.

Los de siempre. Tati, por ejemplo, con su tren recorriendo Chamartín, Fuencarral, las huertas a los lados del camino.

- Va a llover- profetiza Dani cuando las primeras gotas ya han caído.
- Eso lo deja todo claro: me voy- dice Patricia, de pie ya y con la mochila en el hombro y la carpeta roja en la mano derecha. Paso de empaparme para nada.
- No es "para nada"- interrumpo- Es un gesto. Para que lo sepan.
- Lo saben -insiste Patricia- pero no sirve de nada. Saber no sirve de nada, ni siquiera para sentirte mejor o peor con lo que haces.
- Puede que lo sepan, pero da igual. Hay que hacerlo. Las cosas se cuentan aunque ya se sepan. Es una especie de responsabilidad.
- Mira, no sé, pensaré en ello en casa.

Beso a Patricia en la mejilla mientras me pasa la mano por la espalda como diciendo otra vez "lo siento". Sin duda lo siente. Y yo sé que lo siente, pero efectivamente eso no cambia nada.

Nos quedamos Dani y yo solos. Bueno, en medio de lo que ya es una gran manifestación con las carreteras ocupadas y los megáfonos repitiendo consignas.

- ¿Quieres que la busquemos?
- No, ¿para qué? Sería peor, ¿no crees?
- No sé, puede, pero también puede que te quedes más tranquilo.
- No la encontraríamos nunca.
- Eso es verdad.

Las manos se derriten con la lluvia, las gargantas se ahogan, la rabia se empapa. Puede que Dani tenga razón y después de todo no sea tan grave. Las desgracias propias siempre se exageran. Por eso se les llama desgracias. Charcos, olor a hierba mojada y paraguas negros tapando las manos blancas. Media hora de ira colectiva. Compañeros que se unen a nosotros y se van, el tedio de lo que ya no es una sorpresa. Y el recuerdo.

Se hace de noche y encienden los focos del escenario. Algunos empiezan a irse hacia la parada del Cercanías. Cada vez queda menos gente. Quizás ahora...Miro a Dani para que lo entienda:

- ¿Damos una vuelta, por si acaso?

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