Un día perfecto para el pez plátano

Está claro que en un derby una no puede andarse con sutilezas. Si hay que ponerse una camiseta azul con otro número, una va y se la pone. Si hay que recorrer kilómetros de distancia pegada a una línea blanca por el centro de una ciudad imposible, una se pone al volante tenga o no carné de conducir. Pero sobretodo si hay que sumergirse cuatro cuartos de hora en una cancha de baloncesto en busca de peces plátano, entonces sí que no hay duda posible.

Lo malo de los peces plátano es lo de que se mueran por su propia ansiedad y glotonería y lo malo de los derbis es que se pierdan sin que la culpa la tenga el equipo contrario. Por eso, si alguien quiere mirarme los pies, ¡qué me los mire! Pero sin disimulos ni estúpidas cortesías. Si no hay razón ninguna para que os miren los pies, pero a alguien le da por hacerlo, ¡qué al menos tenga el valor de reconocerlo! Que nos mire a la cara y nos diga: “le estoy mirando los pies” o que simplemente contestara: “sí, es cierto, le miro los pies” Así es como creo yo que hay que hacer frente a las cosas. Si una mira un pie que no diga que mira al suelo, si queréis ganar este partido sólo tenéis que decirlo. Es la única forma de no cansarse de que los demás se metan en el agua, diciendo que no quieren mojarse, y de no pegarse un tiro en la cabeza.